Una rana se preguntaba cómo podía alejarse del clima frío
del invierno. Unos gansos le sugirieron que emigrara con ellos. Pero el problema
era que la rana no sabía volar. “Déjenmelo a mí -dijo la rana-. Tengo un
cerebro espléndido”.
Luego pidió a dos gansos que la ayudaran a recoger una caña
fuerte, cada uno sosteniéndola por un extremo. La rana pensaba agarrares a la
caña por la boca.
A su debido tiempo, los gansos y la rana comenzaron su
travesía. Al poco rato pasaron por una pequeña ciudad, y los habitantes de allí
salieron para ver el inusitado espectáculo.
Alguien preguntó: “¿A quién se le ocurrió tan brillante
idea?” Esto hizo que la rana se sintiera tan orgullosa y con tal sentido de
importancia, que exclamó: “¡A MI!”.
Su orgullo fue su ruina, porque al momento en que abrió la
boca, se soltó de la caña, cayó al vacío, y murió.
Hay ocasiones en que la falta de humildad o el exceso de
orgullo, pueden echar abajo los planes más excelentes.
Una de las más grandes enseñanzas de Jesús fue la humildad,
bastante perdida en estos tiempos.
Dale gracias a Dios por tus éxitos, pero recuerda que TODO
lo que tienes te lo ha dado El, quién nunca te olvida y siempre te espera.
Nunca te jactes de las cosas que tienes o sabes, pues otros
saben de otras cosas que tú ni siquiera imaginas.
Sé humilde y nunca te creas más que los demás.
“Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los
soberbios, y da gracia a los humildes.” Santiago 4:6